martes, 25 de noviembre de 2014

Tiro la toalla

De verdad que he luchado con pasión y fuerzas. He puesto todo mi ser en ello. Me he negado contra
viento y marea a no dejar fluir mi corazón con libertad, sin marcarle ritmo ni objetivos, dejando que él sienta sin ataduras. Pero algo no está encajando en este puzzle...

Imagina que tomas una opción. Que crees firmemente en esa opción y cierras puertas y ventanas. Te expones siendo honesto con aquellas a las que diste alguna esperanza, con el riesgo de parecer imbécil (que lo pareces, no te engañes), pero crees que es lo correcto y así lo haces. Y ves que todo fluye. Pasas la mañana intercambiando  mensajes enternecedores en tus pausas laborales... Y todo es perfecto hasta que de repente, sin mediar palabra, te encuentras con que todo se ha acabado. Si, así es. No se trata de que hayas dicho o hayas hecho, porque no has pronunciado palabra, sino de un fantasma del pasado, de unos días atrás, un malentendido, quizás una torpeza, que aparece de repente y todo se desmorona. Pero lo hace de forma convulsiva. En un instante el amor se torna en odio, en rencor. Se mezclan sentimientos como un torbellino que pasa a tu lado mientras no das crédito a lo que ven tus ojos e, inmediatamente después, la calma. Todo se ha esfumado. Ya no hay nada. Y la que se supone era tu proyecto de futuro decide acabar en otros brazos conocidos. ¡Así, para aliviar las penas! Y tu te quedas con un palmo de narices. ¡En sólo un instante compuesto y sin novia! De todo se aprende en esta vida, así que tendrás que buscar una enseñanza... pero tendrá que ser  cuando se esfume tu perplejidad.

No puede ser. Algo estás haciendo mal. O vas muy rápido, o sientes demasiado y no resulta verosímil, o no sientes lo suficiente y no me siento deseada... ¡Te van a volver loco!

Definitivamente no consigo entender a las mujeres. Así que tiro la toalla, cuelgo los guantes indefinidamente.

Estoy cansado, muy cansado. Mi esqueleto emocional ha perdido toda su estructura ósea. Ya ni siquiera es cartílago sino víscera. Ya mi corazón no aguanta más emociones, ni mi razón más justificaciones. Necesito un descanso. Un largo descanso.

No llaméis a mi puerta. No estoy para nadie.

domingo, 7 de septiembre de 2014

martes, 26 de agosto de 2014

Un nuevo comienzo frustrado

Y cuando ya todo parecía perdido, cuando la derrota había mellado mi esperanza, cuando parecía que todo se había esfumado, apareció, como un anhelado deseo, aquella débil luz al fondo de un pozo que parecía que no tenía fin. Y en pocos días esa débil luz fue inundándolo todo, expandiéndose sin vergüenza y casi diría que con rabia, como animal enjaulado que ve abierta la posibilidad de libertad y se lanza a por ella con todo su impulso vital. Así ocurrió y nada pudo detener aquel impulso. No pude ni quise luchar contra el, porque no había nada en el mundo que pudiera hacerme tan feliz como recuperarla.

Y así comenzó todo de nuevo. Pero en esta ocasión fue un comienzo más sabio. Aprendiendo de los antiguos errores. Dejando el espacio y el tiempo necesario para la individualidad y disfrutando con mayor intensidad el tiempo compartido. Sin barreras. Amando a corazón abierto. 

Y parecía que no tendría fin. Pero no fue así.

No empezábamos de cero. Las mochilas seguían cargadas de recuerdos.

Reconozco que no supe olvidar. Que no acepté del todo las explicaciones. Que la duda seguía ahí. Que nadie cambia de un día para otro. Que simplemente maquillamos nuestra apariencia para no parecer leones cubiertos con la piel de cordero. Que no creí que su amor fuera sincero sino egoísta. Que me quería a mi de una forma que no podía ser, porque pretendía anular mis circunstancias. Circunstancias, por otro lado, que siempre habían estado allí. Que no me amaba a mi sino a lo que ella creía que yo podría ser, no a lo que era, ni siquiera a lo que yo podría querer ser.

Me cansé de ir siempre con una maleta encima, sintiéndome en un viaje intermitente a ninguna parte.

Y no pudo ser.