lunes, 27 de septiembre de 2010

Yacía plácidamente...

Yacía plácidamente dormido sobre una manta, que era lo único que le separaba de, en este caso, el cálido suelo de una noche de verano en la ciudad. Yacía, por otro lado, ajeno a las miradas de los pocos transeuntes que, a aquellas horas, transitaban el paseo de la Castellana. Yo era uno de ellos. Y yacía ajeno a los pensamientos de quienes le observaban, furtiva o descaradamente, cuando pasaban a su lado. Pensamientos que, probablemente, agradeciesen la suerte propia de no caer en la desgracia ajena. Pero nada, que no fuese lo políticamente inapropiado del lugar de descanso, hacía suponer que la vida de aquel yaciente fuese desgraciada. Bien pudiera ser un afortunado por elegir su modo de vida al margen de lo socialmente establecido. Ninguna carga, ninguna responsabilidad más allá de garantizarse el sustento diario. Posiblemente una vida más libre. Una vida elegida.

domingo, 29 de agosto de 2010

Psicoteca: La Psicología científica y las pseudopsicologías

Pese a que sigo manteniendo un cierto grado de "fe" en cuanto a la existencia de una conexión entre ciencia y misticismo (la fe es libre y absurdo luchar contra ella, máxime cuando te produce felicidad), subscribo casi todo lo que se apunta en el siguiente artículo. Altamente recomendable a quién le interese el tema y en especial sugerencia personal para todos los admiradores del libro "El Secreto", que no valoraré aquí. Los que me conocéis ya sabéis mi opinión.

Psicoteca: La Psicología científica y las pseudopsicologías

PD: Gracias, Mercedes.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Vive



Cambia, crece, construye. Guía tus actos, tus impulsos, tus deseos.
Siente. Siente profundamente.
Sueña. Que no se muera la ilusión.
Padece. Lo justo y necesario para apreciar el contraste.
Llora. De emoción, de alegría.
Salta. Transmite esa energía de nuevo al universo. No te pertenece. Libérala para que alimente a otros.
Rie. Atrae hacia ti la alegría.
Toca. Deja que tus dedos acaricien su piel.
Ama. Como hubieras deseado que te amasen o como realmente lo han hecho.
Comparte. Todo lo tuyo. Hasta lo más íntimo. Tu riqueza está en lo que das, no en lo que retienes.
Escucha. Con toda tu atención y toda la intensidad, hasta el murmullo del más absoluto silencio.
Perdona. Y no olvides olvidar.
Observa. Como si cada detalle fuera nuevo para ti.
Lucha. Que no te pueda el dolor.
Vive. Profundamente. Como si no existiera mañana.

martes, 24 de agosto de 2010

Las tribulaciones de un turista accidentado.

Ahora en la tranquilidad del hogar, puedo reflexionar sobre un viaje no exento de imprevistos que han puesto a prueba mi templanza... si es que alguna vez la he tenido. Bueno, al fin y al cabo he sobrevivido, que no es poco y los niños han disfrutado, que era el principal objetivo.

La aventura comienza un lunes a las 8:30h. Yo, como buen previsor había hecho mis deberes. Días antes había arrasado las últimas existencias de H&M y Zara en ropa infantil. Me había aprovisionado de todos los pantalones cortos que les quedaban en stock y había adquirido la nada despreciable cantidad de 26 camisetas. Cantidad suficiente para no tener que visitar la lavandería del hotel en una semana de estancia según mis cálculos y los hábitos de mis peques de derramar parte de sus comidas sobre su ropa, haciendo alarde de una habilidad pasmosa para esquivar cualquier resquicio de entre sus servilletas. Superman, spiderman, hulk.... todos los super-héroes se amontonaban en mis brazos en el mostrador de la tienda, estampados sobre diminutas camisetas que harían las delicias de mis peques. Bueno, también otros motivos más corrientes completaban mi colección, para construirles un fondo de armario algo menos heroico pero más formal.

Por otro lado mi coche había visitado el taller para poner a punto todo lo necesario para evitar sorpresas, haciendo hincapié en el estado de los frenos (ya que los neumáticos eran nuevos). Así que con las maletas preparadas y el coche a punto, recibo los niños de manos de su madre y comenzamos nuestra aventura rumbo a Peñíscola. 

Sin embargo un ruido extraño en la parte delantera del coche no me dejaba tranquilo, así que en el primer taller que vi abierto entré para hacer una inspección rutinaria, con el convencimiento de que a mi pregunta retórica de ¿Están bien los frenos? Obtendría una rotunda afirmación. ¡Pues no! Para mi sorpresa, el mecánico me explico, mientras yo escuchaba atónito, que no solamente no tenía pastillas de freno sino que los discos parecían un sembrado por los surcos producidos del roce de metal contra metal. En esas condiciones no sólo no era aconsejable viajar, sino que además era peligroso. 

Afortunadamente para mi (todo hay que decirlo), no estaba sólo. Me acompañaba una amiga que, por coincidencia de fechas y de trayecto, viajaba con nosotros ya que su destino se encontraba a medio camino del nuestro. Esto hizo algo más llevadera la espera y me permitió organizar toda la estrategia y seguimiento de la reparación mientras mis dos peques entraban en plena actividad motriz. Segundo desayuno, parque, llamada al taller: -- En una hora me traen unas pastillas de freno, eso puede ser una solución... Otro parque, fantas y patatas, otra llamada: -- Me han traído las pastillas equivocadas, pero en media hora me las vuelven a traer bien.... Otro parque, tienda de chinos para comprar un kit de emergencia: arco y flechas y artilugio volador de esos programados para destruirse en media hora... si es que llega. Parece que estos juguetes low-cost están habilidosamente diseñados para romperse según sales por la puerta de la tienda... No puedo reflexionar con tanto estrés. No llegamos al hotel. Me siento culpable por el retraso que estoy provocando a mi amiga en sus vacaciones. No me quedo tranquilo con la solución del cambio de las pastillas de freno... Así que a la desesperada no me queda otra opción que recurrir a mi progenitor, a ver si hay suerte y él, que no usa mucho el coche, puede ayudarnos a salir del atolladero... Afortunadamente, cuando a uno le falta la madre se encuentra con que padre no hay más que uno y este fue nuestra salvación. Así que cargamos las maletas en su coche y lamentando el abuso de mi progenitor, le dejamos con el marrón y emprendimos rumbo a nuestro destino 4 horas más tarde de lo previsto.

No voy a relatar los intermedios de este viaje, porque estos ya han sido motivo de otras publicaciones anteriores de este blog, así que concluiré con la vuelta de las vacaciones.

De nuevo como buen previsor hago mis deberes. Una vez acostados los niños y tras mi aventura literaria en la bañera (ver publicación anterior "Mis queridos alienígenas."), preparo todas las maletas. Antes de acostarme todo está perfectamente recogido y embalado, y preparada la ropa de los tres del día siguiente. Así que al levantarnos, tras el aseo y el protocolo habitual para conseguir convencer a mis queridos alienígenas de que la ropa elegida por papá es la mejor y la última disponible sin un collage de materiales orgánicos varios en su pecho, me dispongo a cargar el coche. Todo estaba pensado: primero carga del coche, luego desayuno y finalmente el check-out y el viaje de retorno al hogar. Y todo programado con su timing adecuado a las circunstancias. Bajar a la recepción a buscar uno de los carritos habilitados por el hotel para el traslado de equipajes fue tarea fácil. Hacer subir en él a los niños no supuso ningún problema (más problemático sería después hacerles bajar), ahora bien, conseguir, en hora punta de retorno de desayunos y visitas a la piscina y playa, un ascensor en exclusiva para subir a la habitación ya no fue cosa tan fácil. Dado que el tamaño del carro ocupaba toda la capacidad del ascensor, la tarea se complicaba. Por otro lado, si la planta baja del hotel fuese la primera o la última, la tarea sería más sencilla. Pero no era así. De modo que cuando no te encontrabas un ascensor ocupado que subía de la planta inferior a las superiores, lo encontrabas que bajaba de las superiores a la inferior a la recepción (una persona era suficiente para considerarlo ocupado debido a las excesivas dimensiones del carrito o las reducidas de los ascensores). Mientras, el gentío se iba agolpando a la espera de ascensores libres en la planta baja y no es costumbre española respetar filas (salvo que alguna restricción material o humana nos obligue) aún cuando te vean sólo, cargado con un carro monstruoso con dos fieras subidas a él haciendo cabriolas. Así que tras un largo periodo de espera, mi carrito mis niños y yo estratégicamente al acecho en la puerta de un ascensor al azar y tras unos cuantos codazos, conseguimos subir a la habitación. No voy a relatar la bajada al garaje porque ya os podéis imaginar que fue idéntica operación pero en sentido inverso.

Pues ya estamos frente al coche con un carrito cargado de bultos físicos y humanos. ¡Tarea conseguida! Eso pensaba yo mientras apretaba el mando a distancia de apertura de las puertas de mi flamante coche prestado. La primera vez que no noté ningún efecto en mi operación lo achaqué a los típicos fallos de la tecnología. Nada anormal. La segunda me dio mala espina. La tercera me empezó a acongojar  pero la cuarta lo terminó de hacer. ¡Me había quedado sin batería! Así que gracias a los avances de la tecnología, que ha conseguido hacer electrónicas todas las cerraduras de puertas y maleteros, me encontraba frente a un coche inmovilizado, sin acceso a su maletero, con un carro lleno de maletas y dos niños que, como es intrínseco a su naturaleza, no entienden de problemas ni de paciencia para darte el mínimo momento para pensar en como resolverlos. Tan rápido como pude hice un análisis de opciones:

1.- Dejar el carro frente al coche e ir a pedir ayuda en el hotel.
2.- Volver a la habitación con las maletas mientras resolvemos el tema de la batería (recordemos el episodio del ascensor y el carrito)
3.- Cortarme las venas con la llave de contacto.
4.- Meter las maletas como sea en los asientos del coche y buscar ayuda.

Pese a que en un primer momento la opción más válida me pareció la número (3), al final opté por la (4).
Así que nos dirigimos a la recepción del hotel con la esperanza de que un hotel de categoría tendría solución para un problema por otro lado no extremadamente complicado, y creo yo que en cierto modo habitual o previsible. Lamentablemente la crisis se hace notar en la contratación de personal en todos los sectores y en el turístico más, si cabe. Ya no es cuestión de la nacionalidad sino de la capacidad de entender el servicio y la atención al cliente. Tanto las recepcionistas como todo el personal al otro lado del mostrador, o bien parecía que el problema que les planteaba era terrible o no tenían mucho interés en ayudarme.. Así que después de varios intentos, conseguí que en un hotel de 4 estrellas (más bien una estrella de cuatro puntas, diría yo), lo único que me ofreciesen fueran unos cables para arrancar el coche uniendo mi batería con la de otro coche, que por otro lado tendría que buscar yo. Advirtiendome, para mas INRI, que los cables eran algo delgados y podría tener problemas para arrancar el coche con ellos. Y todavía tienen los santos co... de preguntarme con cara extrañada si no tengo un amigo que se pueda acercar con su coche para ayudarme en el arranque con sus chapuceros cables. Y, digo yo, si tuviese un amigo ¿iba a estar yo haciendo el tonto pidiendo ayuda a la recepción del hotel? De modo que una vez superada la decepción de los servicios de un hotel que no estuvo a la altura de su supuesta categoría, tuve que recurrir al seguro de asistencia en viaje. Este si estuvo a la altura del servicio contratado y en poco más de media hora tenía un técnico a mi disposición que resolvió eficientemente mi problema. Eso si, las primeras horas de viaje no se me ocurrió detener el coche bajo ningún concepto, no fuese a ser que no volviese a arrancar. Afortunadamente, salvo ese miedo un poco paranoico, el viaje se desarrolló sin más imprevistos y conseguimos regresar al hogar.

Ya en nuestra casa retomamos la rutina habitual, con un cierto desacople horario natural y finalmente los niños acabaron rendidos en sus camas y su padre, tras esbozar este relato que ha concluido hoy, cayó rendido en un reparador descanso.

sábado, 21 de agosto de 2010

Mis queridos alienígenas

Cuaderno de bitácora.
20 de agosto de 2010.
00:00 hora estelar.




Por fin duermen mis dos alienigenas preferidos, no sin antes haber puesto a prueba la resistencia humana conmigo. Relataré lo acontecido de fin a principio, así me permitiré acabar a mi relato cuando mi agotamiento me venza, sin que por ello dejéis de conocer el fin de la historia.

00:00h. La curiosa costumbre humana de apagar las luces de las terrazas de los hoteles al dar la medianoche, me ha dejado a oscuras, asi que para evitar construir mi relato sobre un solo renglón, me he tenido que acomodar en la bañera, único lugar que he encontrado apropiado para poder escribir estas líneas, sin riesgo de despertar a mis queridos alienígenas. Para mi sorpresa he descubierto que el baño es un sitio inesperadamente cómodo para escribir y para reflexionar. Bueno, esto ultimo, y a riesgo de resultar escatológico, lo confieso, ya lo había descubierto hace años.

23:50h. He tenido que explicar a mis queridos alienigenas que la mejor forma de dormir es en estado de relax y posición horizontal, pese a que les resultaba complicado entender por qué emplear un método tan aburrido. En su planeta es costumbre saltar escandalosamente sobre la cama hasta que, aproximadamente en el salto numero un millón, el agotamiento da paso al sueño y la caída resultante se produce de manera horizontal, dando lugar a un reparador descanso allí donde las leyes de la física hayan determinado el lugar apropiado para el "alunizaje".


23:45h. Mis queridos alienígenas no entienden por qué tres humanos entrando en una habitación deben hacerlo a la vez, pudiendo disfrutar de entrar tres veces, máxime cuando la entrada se produce a través de una divertidísima puerta electrónica de apertura por tarjeta. Pero no solo no lo entienden sino que les molesta profundamente que no se haga así, de modo que, por evitar males mayores (i.e. ser lanzado por la ventana por algún vecino), hemos tenido que entrar y salir tres veces de la habitación, para acabar los tres en su interior. Que me perdone el mando estelar, pero no comprendo el método.


23:30h. Acaba un espectáculo de rock&roll acrobático en la terraza de la nave. Voy a ser honesto: los chicos, pertenecientes a una academia de baile de una galaxia próxima y cuyo principal objetivo era recaudar fondos para financiar su participación en campeonatos nacionales e internacionales, lo hicieron bien. También he de reconocer el buen hacer de la presentadora del espectáculo, también bailarina y miembro de la academia, que consiguió meterse en el bolsillo a un centenar de adultos poco colaborativos y excépticos, que acabaron integrándose en un espectáculo bastante ameno. Hasta aquí bien, pero heme aquí sentado en primera fila con un alienígena de 3 años, cuya naturaleza extra-terráquea le impedía mantenerse en una misma posición durante mas de 60 segundos consecutivos y no solo eso, sino que no solo no entendía el fundamento del aplauso humano y decidía, como por otro lado es perfectamente licito ocupar sus manos en otros menesteres, sino que le molestaba profundamente que yo lo hiciera. Lo cual me mantuvo durante una hora en una lucha constante: yo intentando aplaudir y el intercalando sus manos entre las mías. Y todo esto podría haber sido anecdótico si no fuera porque mi otro adorado alienígena (este de 5 años), que por otro lado tampoco se caracterizaba por ser extremadamente conversador, decidiera unilateralmente, que durante aquel espectáculo era el momento adecuado para cuestionar todo lo divino y lo humano. Así que, con independencia del momento del espectáculo, a gritos cuando el ruido no permitía otro modo de comunicación y a gritos de igual modo cuando el silencio si lo permitía, mi querido alienígena se dedico cada minuto de su tiempo a cuestionar todo lo que veía, interrogarme sobre sus porqués e increparme insistentemente sobre lo que ocurriría un minuto mas tarde. Y no es solo que yo no sea adivino, sino que el tiempo que me tomaba armarme de paciencia y de argumentos, era el necesario para que el futuro cuestionado se tornase en presente, con lo que mis explicaciones, templadamente argumentadas, cobrasen, de repente, un nulo interés para él.

Y pese a que el día daba para mucho mas (ya que solo me he quedado en unas horas de la noche) mi relato debe acabar en este momento. Y no porque haya descubierto que la bañera, en un principio confortable y tras un tiempo rechazada por mi anatomía, de natural blando, sino porque he agotado los reversos de las cuartillas de dibujo de mis queridos alienígenas, único material disponible mientras la electricidad alimentaba las baterías de mi iPad. Así que, ante mi negativa a volver a lo escatológico y tener que terminar mi relato sobre papel higiénico (difícil tarea para quien lo haya intentado), pongo fin a mi relato en este ínfimo espacio de mi ultima cuartilla (en el anverso Buzz Lightyear, para estar a tono con el texto)

Buenas noches amigos. Que descanséis, aunque nunca lo haréis más que yo... Zzzzzzzzz

-- Desde Mi iPad

jueves, 19 de agosto de 2010

Ahora si...

Ahora si. Tras una crisis con mis niños, que no descarto que se haya potenciado por mi cansancio, hemos remontado el día con la disco infantil que han disfrutado.... como niños. Tras ella una espectáculo de cabaret con unas bailarinas algo subidas de peso y de ropa. Esto ultimo lo agradezco por mis niños y el gentío infantil que poblaba la platea. Todo aderezado con una cantante que se esforzaba en estar siempre un semitono por encima de la melodía que le acompañaba, y que habilidosamente consiguió toda la velada, quizás como un gesto de deferencia hacia las cantantes de mayor calado, para no ensombrecer sus éxitos desde una modesta compañía de hotel de playa. Esto ultimo no lo agradecieron mis oídos, pero quizás yo si, que ansío mi retorno a mi mundo cotidiano para regalarme un buen musical. Por cierto, aun tendré que encontrar quien me acompañe, porque algo de lo que voy a estar ávido a mi regreso es de hablar de algo mas allá de bob esponja y pocoyo. Poco yo, me siento ahora. O quizás mucho yo. Porque aún agotado hasta la extenuación por dos maquinitas que no me dan un respiro, no me imagino ser yo sin ellos.

A estas horas tengo cobertura plena. La maldita antena de Vodafone mas próxima me dedica todas sus ondas en exclusiva. Pero ya es tarde, incluso para mi. Así que buenas noches, anónimos lectores... si es que alguien anónimo lee estas palabras y si tu, al fin y al cabo, aunque desconocido, puedes llegar a ser anónimo.


-- Desde Mi iPad

Ubicación:Av del Papa Lluna Entrador 137,Peñíscola,España

viernes, 6 de agosto de 2010

Quien me lo iba a decir...

Cargo con dos niños pequeños en mis brazos. Es tarde y se han dormido. Les ilusionaba asistir al cine de verano y no supe negarles ese capricho. Apenas puedo ya con ellos y cerrar las puertas del coche se convierte en un ejercicio de fuerza, equilibrio y habilidad. Lo mismo que abrir la puerta del garaje, llamar al ascensor o abrir la puerta de casa. Pero afronto cada reto con determinación y salgo victorioso... por los pelos. Acostar a cada uno en su cama, tras ponerles el pijama mientras ellos colaboran en parte de forma instintiva, ya resulta un alivio.

Ahora tengo algo de tiempo para mi y pienso...

Quién me iba a decir que yo, que odiaba tener mascota por miedo a la responsabilidad que ello implica, iba asumir con tanta naturalidad la dependencia de dos adorables criaturas. Bueno, responsabilidad al 50% con Marta (no quiero menospreciar la fortuna que tengo con mi generosa ex), pero responsabilidad al fin y al cabo. Ya no puedo imaginar mi vida sin ellos, aunque, como todo padre, algún día acabas desquiciado. A veces creo que no puedo. Que no seré capaz de llevar esta paternidad adelante. Pero no hay opción, ni quiero imaginarla. Hay que seguir adelante.

domingo, 6 de junio de 2010

De merino a merino

¡La vida! Pasa inexorablemente, segundo a segundo. Sin apenas darte cuenta te han abandonado muchas cosas y te acompañan otras nuevas. Algunas son buenas compañeras, además de deseadas, otras impuestas. Todas ellas forman parte de tu equipaje. Todas te acompañan en tu camino. Camino que ahora recorres sólo. Pero sientes un vacío y ese vacío te arrastra a lugares desconocidos en busca de no sabes muy bien qué. Algo que cubra definitivamente ese hueco.
Y dices. No, no estoy preparado... o no lo están ellas, para mi. Y piensas, que entregarte al completo, desnudar tu alma y tu cuerpo no es buena praxis. Y te convences de que mejor dejarse llevar por los instintos... que seguro que separar cuerpo de alma es posible (aunque tan malos resultados te haya dado) y que alimentando tu ego calmas tu alma. Y así, sin mucho convencimiento llegas a la jungla. Y te sientes extraño. Y te encuentras solo, expectante, como en medio de una gran estación llena de gente. Y todos pasan a tu lado sin percibirte ocupados en sus planes, sus conversaciones, sus reflexiones... de vez en cuando alguien (mujer u hombre) se gira al pasar a tu lado y te sonríe, te lanza un beso o incluso golpea tus nalgas.
Y entonces, sin saber muy bien por qué, o quizás por imitar comportamientos, como aprendiz entre maestros, miras hacia arriba. Y aparecen ellas. Y no sales de tu asombro. Como diosas en el Olimpo manejan sus hilos mientras todos los mortales las adivinamos entre las nubes y fantaseamos con algún día llegar a ser los elegidos... por que los hay... o dicen que alguien vio un día a un humano ser elevado hacia el cielo suspendido por un hilo de plata. Y como merinos suspiramos pensando que algún día podemos ser nosotros. Y nos engalanamos. Y nos estrujamos el cerebro para dar con aquella palabra mágica que abra las puertas del cielo. Porque la llave está en el verbo según dicen que alguien oyó en el Para...iso. Aquí no sirven otras habilidades, no sirven otros atributos. O pueden llegar a ser necesarios pero nunca suficientes.
Y nos amigamos como colegas en el rebaño... pero sin dejar de pensar que los demás son unos ingenuos que jamás serán los elegidos. Y nos lanzamos a disputas dialécticas para llamar su atención. E incluso nos enfadamos... y algunos no soportan la presión y abandonan la arena. Y otros no entienden cual es el juego y se mueven entre sus improvisados compañeros como merinos despistados. Y preguntan a uno y a otro para entender qué está pasando. E incluso alguno se apiada de su merino compañero y le señala al cielo. Y él mira hacia arriba con los ojos entornados, con su mano como visera, intentando adivinar que le indican.
Y no puedes entender cómo puedes encontrar dos diamantes en la montaña de fango en la que te has aventurado. Ni puedes entender como pueden mantenerse límpidos, brillantes, radiantes y no ser contaminados por lo que les rodea. Y percibes su brillo, su tacto sedoso (aunque también frío) e incluso percibes el olor a azahar que las envuelve. Y empiezas a entender.... y sabes que nunca serás tu. Que realmente no quieres ser tu. No puedes ser tu. Que tu lugar no está aquí. Que quizás algún día o posiblemente nunca. Que te has topado con la horma de tu zapato. Descubres que tu vida se llena desde dentro, no desde fuera. Que se trata de que rebose para que impregne a otros, no de llenar tus vacíos. Y aún en la decepción esbozas una sonrisa. La sonrisa del que ha percibido, adivinado, como un leve soplo de viento que acaricia tu cabello, que suspira en tus oídos, el significado de la vida.
Y entonces ves que ellas con un soplido despejan de nubes el cielo. Y te muestran que el paraíso no existe. O nunca ha existido. Que no puedes encontrar fuera si tu vacío está dentro.
Me voy... pero un poco más rico, un poco más lleno. Como decía Oliverio en la producción de Subiela, pero, en este caso, no creo que ellas que se queden pobres. O quizás si...

Hasta siempre.
Juan

miércoles, 2 de junio de 2010

Qué grande Chaplin...


Este texto de Charles Chaplin no necesita introducción ni comentarios... es sencillamente delicioso.





Ya perdone errores casi imperdonables, intente sustituir personas insustituibles y olvidar personas inolvidables.
Ya hice cosas por impulso.
Ya me decepcione con personas cuando nunca pensé que me decepcionaría, mas también yo decepcione a alguien...
Ya abrace para proteger.
Ya brinde mi sonrisa aun cuando no podía.
Ya hice amigos perpetuos.
Ya ame y fui amado, pero también ya fui rechazado.
Ya fui amado y no supe amar.
Ya grite y salte de tanta felicidad.
Ya vivi por amor.
Ya hice juramentos perpetuos, mas ya rompí muchos descaradamente.


Ya llore escuchando musica y viendo fotos.
Ya llame solo para escuchar una voz, me apasione por una sonrisa.
Ya pensé que iba a morir de tanto extrañar.
Y tuve miedo de perder a alguien especial (y acabé el perdiéndolo)
¡Pero sobrevivi!
¡Y todavía vivo!
No paso por la vida...
Bueno es ir a la lucha con la determinación.
¡Abrazar la vida!
¡Vivir con Pasión!
¡Perder con Clase!
¡Vencer con Osadía!
Porque el mundo pertenece a quien se atreve…
¡Y la vida es MUCHO para ser insignificante!

Charles Chaplin

L’APPARENZA INGANNA


Milo Manara es uno de los mejores dibujantes de cómics de todos los tiempos. Pese a que se ha dedicado casi exclusivamente al cómic pornográfico es un personaje interesante con textos como el que se incluye a continuación.

¿Es verdad que la apariencia engaña? Quizá sea verdad sólo aparentemente.En apariencia la apariencia engaña.El engaño de la apariencia no es un verdadero engaño.Es un engaño sólo aparente.¿O me engaño?. Nunca se puede estar tranquilo.Nunca se puede estar seguro de nada.Al menos,en apariencia.En realidad,Einstein enseñó que el engaño de la apariencia es un engaño sólo aparente y que, a la luz de los nuevos conocimientos,también se pueden alcanzar certezas.El camino del conocimiento es largo y difícil,en apariencia,porque aparentemente está plagado de trampas: las trampas del engaño que,en cuanto tales,son trampas solo aparentes.Sólo la duda puede ser un buen compañero de camino,porque la duda no cae fácilmente en el engaño.Es necesario hacer amistad con la duda,vivir con ella,alegremente.Sólo aparentemente la duda es angustiosa.En realidad,la duda es serena,divertida,chistosa,jovial y extremadamente segura de sí misma.Al menos, en apariencia.De todos modos hay muchas historias que contienen más dudas que certezas,más apariencias que engaños,más amor que angustia. Al menos en apariencia , si no me engaño.

martes, 1 de junio de 2010

Sobre estanques y peces


Decía una amiga a propósito de la búsqueda de alguien especial en una web de contactos mas bien carnales: “Puede resultar absurdo buscar en una página de sexo, a un candidato con el que una vez encontrado, lo que menos importa es una hipotética relación física con él. Pero es así. Yo busco en un sitio donde abunda 'la pesca'....”


Esto me hizo sentir como lo que realmente somos: peces en el estanque donde las mujeres pescan. Este estanque, materializado ahora en forma de redes sociales y páginas de contactos, antes en formas algo más arcaicas o menos tecnológicas, pero idénticas en propósito. Peces con mas o menos colorido. Con mas o menos consciencia de su irremediable destino. Con mas o menos fortuna para saber atraer al pescador adecuado o al preferido. Peces, al fin y al cabo, con la absurda y triste pretensión de que su colorido, graciosos movimientos o suculento tamaño podrán influir en su destino sin reparar en que, muy probablemente, la perspectiva desde la superficie impida percibir estos detalles: ya que la reflexión de la luz hace la superficie opaca a los pescadores.